Todos los seres venimos a este mundo para
tener una experiencia plena de realización y felicidad y nadie tiene el derecho
de robárnosla.
La vida, para ello, nos ofrece el poder de
materializarlo, de hacerlo realidad, nos da los recursos necesarios para que
así sea. ¿Qué ocurre cuando no tenemos una experiencia de plena realización y
felicidad? Que nos sentimos mal, lógicamente y creemos que no va a ser posible.
Eso lo justificamos de todas las maneras posibles. Pero, ¿por qué ocurre algo
así? Porque nos lo están robando por la cara. No hay otra explicación. Claro
está que cuando tratemos de corroborar esto, nos van a torear tal y como lo han
estado haciendo hasta el momento. Al fin y al cabo, ellos dirán que tienen el
poder. Lo que no dirán es que el poder que tienen es el de abusar. ¿Y quiénes
son ellos? Ellos o ellas son todas las personas que con la justificación que
sea no respetan el derecho fundamental de los seres vivos de vivir, en
justicia, igualdad y armonía. Las justificaciones son múltiples en su forma,
pero no en su fondo. Lo habitual es que lo nieguen y busquen volvernos locos
con “cada uno hace su camino”, “si no lo consigues es que no eres muy listo”, “lo
tuyo no vale puesto que nadie lo quiere”, etc. Lo malo de entrar al trapo –al trapo
del capote- es acabar creyendo que la situación que vivimos es por nuestra
culpa, y de ahí, ya no salimos.
Por eso hablamos de poder en sus dos
vertientes: el poder legítimo y el ilegítimo. Cualquier abusador dice: “yo
tengo el poder” pero se le olvida añadir “yo tengo el poder ILEGÍTIMO”. Así que
el que respeta las leyes de la vida, donde todos tenemos los mismos derechos y
responsabilidades para desarrollarnos, y ser medio de desarrollo para los
demás, tiene el poder legítimo. Para que nos quede claro, porque esto no se
dice en ningún sitio. Lo que solemos escuchar es algo así como “yo tengo el
poder, y tú no”. La traducción simultánea es: “yo tengo el poder ILEGÍTIMO y tú
no tienes el poder ILEGÍTIMO, porque el que tienes es el LEGÍTIMO”. No somos
unos desposeídos porque la vida nos ampara, nos protege y nos ofrece los medios
para defendernos. El robo, el expolio es intolerable. Cuando tratan de
transformarnos en víctimas del abuso, es el momento de rebelarse, de indignarse
profundamente y luchar por la vida, por las ilusiones de todos. Aunque parezca
que lo tienen todo ganado los mentirosos, traidores, mezquinos es una
estratagema más para hacer que nos derrotemos. En absoluto está todo perdido.
Hay que asumir lo que nos hayan robado: ser autoridad, un desarrollo
profesional, una pareja, el amor, unos padres, un reconocimiento social, la
maternidad/paternidad, la sexualidad maravillosa… Y hasta ahí. No van a
robarnos más porque tenemos la fuerza que nos da la vida, nuestra conciencia de
que lo que hacen es un delito moral y tienen pendiente pedirnos perdón. Eso lo
anotamos en nuestro libro de Justicia y lo ponemos ahí, en manos de la justicia
de la Vida porque tienen una deuda pendiente con nosotros.
Cuando tenemos claro que los herederos somos
nosotros no tienen nada que hacer. A la angustia que nos produzca luchar por la
vida, le decimos que tranquila, que se tome un zumito tumbada en una hamaca porque no van a poder con
la fuerza de la legitimidad, de la indignación. La pena que sentimos por todo
lo que nos han robado, la lloramos, la sacamos fuera. Y sobre todo, con todo
ello abrimos conciencia en los demás, para que las siguientes generaciones no
sufran del abuso y la tortura que produce el engaño, la mentira, la traición.
La vida es sagrada y nadie tiene el derecho
de destruir la ilusión de ningún ser. Eso nos arruina como humanidad y es
urgente rebelarse y defender. Tenemos el poder legítimo para hacerlo. No lo olvidemos.
Poder legítimo a la felicidad, al amor y pleno desarrollo. Viviendo desde ahí somos poseedores de la verdad de la vida. Poder ilegítimo no dura porque no hay impunidad. A grabármelo bien!! Gracias. Lorena.
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