Para los más negativos, “el que
la sigue, la persigue”. Lo de "conseguir" se suele quedar al escepticismo. Sin
embargo, cuando lo que seguimos es una ilusión, el éxito está asegurado siempre
que no nos derrotemos.
Cuando no creemos en nosotros
mismos, “seguir” o “perseguir” es habitualmente una dinámica aprendida para
fracasar y demostrar a la “afición”, es decir, a todos, los que no dan un duro
por nosotros, que tienen razón. En
cambio, cuando no aceptamos que nos hayan robado y que lo sigan haciendo con
nuestro consentimiento, nos arriesgamos al éxito.
Es probable que acabemos rezando
por que no se nos cumplan nuestros deseos, ya que, de lo contrario, no vamos a
saber qué hacer. Tanto tiempo soñando, que vivirlo en la realidad es una
emoción paralizante.
Estamos acostumbrados a recibir
recompensas inmediatas. O por lo menos socialmente nos preparan para ello, para
una rápida satisfacción de nuestros deseos y pulsiones, y si no obtenemos una
recompensa de manera inmediata nos enfadamos, nos angustiamos o nos ponemos
tristes. En cualquier caso, acabamos abandonando el proyecto sintiéndonos
frustrados.
Es urgente para nuestra formación
y nuestro camino como seres humanos recuperar la capacidad de lucha hasta el
final en nuestras ilusiones e ideales. Lo que pensamos que en un primer momento
es algo pasajero o casi banal puede acabar transformándose en nuestra misión en
la vida, ya que, como dijo aquel –y aquel no es otro que Antonio Machado- “caminante
no hay camino, se hace camino al andar”.
Cuando vemos una película de
acción, sabemos que el protagonista va a culminar su aventura, y que si hay un
momento crítico donde cesa en su propósito, no nos cabe duda de que va a
levantarse y a seguir luchando con más fuerza aún, echándolo todo. Si nos
ponemos en la piel del protagonista, él no sabe si va a acabar bien la cosa o
no, pero se lanza. En nuestro caso, nosotros también desconocemos si vamos a
conseguirlo y probablemente, si hubiera alguien mirando nuestra vida como si
fuéramos los protagonistas de una maravillosa película de aventuras, no nos
permitiría abandonar.
¿Hasta dónde intentarlo? El verbo
“intentar” ya denota cierto miedo y nos permite justificarnos con frases como “yo
ya lo he intentado”. Como bien afirman en “La Guerra de las Galaxias”: hazlo o
no lo hagas, pero no lo intentes.
¿Dónde está entonces el límite
para “hacerlo”? No hay límite. Hasta el final. Ir a por ello entregándonos
totalmente y para siempre. Con esas condiciones es imposible fracasar
existencialmente. Lo de no conseguirlo, está por ver que suceda.
El conformismo, la derrota, el
autoengaño, la justificación, etc. son varias de las cientos de excusas que nos
ponemos y actitudes que tomamos para no luchar hasta el final. Tenemos miedo, y
es normal. Lo que no es normal es que ese miedo domine nuestras acciones y
determine nuestros pensamientos.
Vivir (por encima de todo),
salvar vida (por encima de todo), entregarse a las ilusiones (de todos –incluido
yo mismo-) son los parámetros que nos conectan a resistir, a seguir siempre
hacia adelante.
Somos los protagonistas de
nuestra vida y la película va por la mitad o menos. Falta mucho por recorrer,
por aprender, por rebelarse, muchas aventuras por vivir… No permitamos que el “corte
publicitario” no nos deje ir hasta el final. No sabemos hasta dónde vamos a
llegar si no lo hacemos. Y para hacerlo es necesario empezar ahora, en este
mismo instante, sin ponernos límites. Ya y para siempre.
"Ir a por ello entregándonos totalmente y para siempre. Con esas condiciones es imposible fracasar existencialmente. Lo de no conseguirlo, está por ver que suceda" Eso, y si no me lo llevo yo he colaborado a que otro se lo lleve. Decir, lo he intentado no deja de ser una excusa para aceptar el fracaso. qué bueno leerlo en estos días!!! Gracias. Lorena.
ResponderEliminar